Reseña de Luz: Entre Realidad Virtual y Emoción Humana
La película Luz, de la mano de Flora Lau tanto en la dirección como en el guion, nos sumerge en un drama profundo y envolvente que se enreda con temas como la tecnología, la soledad y esa eterna búsqueda por la calidez familiar. Aunque probablemente ya tengas una idea de este tipo de narrativa, aquí te dejo mis impresiones y lo que veo que esta obra en particular nos ofrece:
Historias en paralelo
Nos encontramos con dos relatos que van de la mano sin tocarse, al menos no físicamente: Por un lado, nos llevamos una vuelta por las calles vibrantes y llenas de luces de neón de Chongqing, donde Wei (interpretado por Xiao Dong Guo) se debate entre el bullicio y su propia tranquilidad mientras busca a su distanciada hija Fa (encarnada por En Xi Deng). Y por el otro, nos desplazamos hasta París, donde la galerista Ren (Sandrine Pinna), proveniente de Hong Kong, se enfrenta a la fragilidad humana al cuidar a su madrastra Sabine (la siempre magnífica Isabelle Huppert).
Realidad virtual y temas
Es interesante ver cómo, en medio de ese vaivén de circunstancias, los destinos de estos personajes se cruzan en un mundo de realidad virtual. Allí, una especie de ciervo místico les revela secretos enterrados que los empujan a un viaje de autodescubrimiento y conexión. La peli se adentra en esa frontera cada vez menos definida entre el ciberespacio y lo tangible, mientras desmenuza la complejidad de las relaciones padre-hija. Y, la verdad, ¿quién no se ha sentido atrapado alguna vez entre esos dos mundos, buscando sentido?
Elementos visuales y conceptuales
Si hay algo que se destaca en Luz es su envolvente poder visual y conceptual. Verás cómo transita sin esfuerzo entre el bullicio nocturno de Chongqing y el sosiego casi poético de los suburbios parisinos. Sin alarde, utiliza una estética de ciencia ficción suave para explorar cómo nos conectamos (o no) con la tecnología. Sinceramente, algo que muchos de nosotros hemos experimentado en nuestro día a día.
Actuaciones y dirección
No puedo dejar de alabar las actuaciones: Sandrine Pinna e Isabelle Huppert lo bordan como madre e hija, ofreciendo una química conmovedora que traspasa la pantalla. Xiao Dong Guo, por su lado, nos regala una interpretación repleta de anhelos paternos que te hacen sentir ese nudo en el pecho. Flora Lau demuestra ser capaz de manejar una narrativa cargada de sustancia intelectual y profundidad emocional, esquivando el cliché de hacer de la realidad virtual un simple escape, explorando, más bien, su conexión con el arte, la familia y la sanación.