La política proteccionista del expresidente estadounidense Donald Trump cambió dramáticamente el rumbo de la economía global durante su mandato. Su estrategia de aumentar los aranceles a las importaciones, especialmente en relación con China y la Unión Europea, marcó el inicio de una guerra comercial sin precedentes en el siglo XXI. El conflicto comercial promovido desde la Casa Blanca no solo impactó los mercados financieros y afectó relaciones diplomáticas clave, sino que también repensó el rol de Estados Unidos en el comercio internacional y generó nuevas narrativas políticas a nivel interno y externo. En este extenso reportaje, analizaremos cómo se desarrolló esta guerra comercial, cuáles eran los objetivos de Trump, las respuestas de los principales actores internacionales, las consecuencias económicas y geopolíticas, y las implicaciones a largo plazo de estas políticas.
El Origen del Conflicto: América Primero
Desde los primeros compases de su campaña a la presidencia en 2016, Donald Trump fue contundente en su crítica al papel de Estados Unidos dentro del sistema de libre comercio global. Bajo el lema «America First» («América Primero»), Trump acusó a las grandes potencias internacionales, especialmente China, de destruir la industria manufacturera estadounidense, robar propiedad intelectual y subsidiar deslealmente sus propias exportaciones. Esta retórica se trasladó de inmediato a políticas concretas tras la toma de posesión del magnate neoyorquino en enero de 2017.
El objetivo declarado del entonces presidente era presionar a socios comerciales para renegociar acuerdos que, según afirmaba, eran injustos y disminuían el poderío económico e industrial de su país. Así, los métodos de Trump incluyeron una serie de aranceles unilaterales que desataron una ola de medidas retaliatorias, abriendo una etapa de gran incertidumbre global.

Inicio Formal y Primera Ronda de Aranceles
La guerra comercial estalló formalmente el 6 de julio de 2018 cuando entraron en vigor aranceles estadounidenses del 25% a bienes importados desde China por un valor de 34.000 millones de dólares. Este movimiento fue justificado por la administración norteamericana como respuesta a supuestas prácticas comerciales desleales, incluida la transferencia forzada de tecnología y el robo de propiedad intelectual.
China, en respuesta inmediata, impuso medidas equivalentes sobre productos estadounidenses, incluyendo so, automóviles y productos del mar, sectores clave en diversos estados agrícolas e industriales de EE.UU. A partir de ahí, el conflicto escaló rápidamente y dio lugar a múltiples rondas de represalias mutuas, con nuevas listas de bienes afectadas en ambos países.
Trump y la reinterpretación del «libre comercio»
En una entrevista en 2018, Donald Trump afirmó: “Yo creo en el libre comercio, pero tiene que ser justo”. Según su visión, Estados Unidos se había convertido en «el banco del mundo», financiando el crecimiento de otras economías a expensas de su propio desarrollo fabril. El presidente abogó por un comercio bilateral en lugar del multilateral, reclamando acuerdos uno a uno que permitieran una negociación directa donde, según él, EE.UU. tendría mayor capacidad de presión.
Este enfoque culminó en decisiones como la salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora T-MEC, en vigor desde julio de 2020), y la imposición de tasas aduaneras sobre aliados estratégicos como la Unión Europea, incluyendo productos como el acero y aluminio.
Impacto en los mercados financieros
Desde el primer anuncio de aranceles, los mercados financieros globales comenzaron a reaccionar con severas turbulencias. Wall Street experimentó jornadas de fuertes caídas, afectadas por la percepción negativa de los inversionistas ante el aumento de incertidumbre regulatoria y comercial. Empresas multinacionales, como Apple, Boeing y General Motors, reportaron pérdidas significativas derivadas del incremento de costes en sus cadenas globales de suministro.
Por su parte, los mercados asiáticos también sufrieron una desaceleración. Algunas economías de la región veían en la guerra comercial una amenaza para el crecimiento, ya que muchas de ellas dependen del comercio exterior para su desarrollo. En Europa, empresas exportadoras como Airbus o BMW advirtieron que los conflictos arancelarios podrían conducir a pérdidas millonarias y recortes de personal.
Los sectores más afectados
A nivel sectorial, la guerra comercial tuvo consecuencias notables:
- Agricultura: Los agricultores estadounidenses sufrieron un duro golpe tras la imposición de aranceles chineses sobre productos como la soja, el maíz y el cerdo. China era, hasta ese momento, el mayor comprador de soja estadounidense.
- Automoción: Las principales automotrices, tanto en EE.UU. como en Europa y Asia, vieron encarecidos sus costes de producción debido a los aranceles sobre el acero, el aluminio y componentes electrónicos.
- Tecnología: Empresas del Silicon Valley como Qualcomm, Intel o Tesla también salieron perjudicadas debido a la exposición que mantenían en el mercado asiático.
- Energía: Las exportaciones de gas natural y petróleo hacia China quedaron también bloqueadas momentáneamente, afectando gravemente la industria energética estadounidense.

El rol de China: Un rival multifacético
China respondió con firmeza desde el principio, rechazando las acusaciones de Trump. El gobierno de Xi Jinping no solo impuso contra-aranceles, sino que también redobló su estrategia de sustitución de importaciones, promoción del consumo interno y diversificación de socios comerciales, firmando acuerdos clave con la Unión Europea, Rusia y países del sudeste asiático.
Además, China utilizó su capacidad normativa para afectar duramente a empresas norteamericanas, vetando compras públicas a firmas tecnológicas norteamericanas o limitando sus operaciones dentro del país. Este nuevo paradigma provocó un punto de inflexión, pues comenzó a redefinirse el concepto de globalización económica.
Europa: Entre la presión y la cautela
La Unión Europea adoptó inicialmente una posición de cautela, esperando ver si el conflicto tenía resolución inmediata. Sin embargo, al verse también afectada por la imposición de aranceles al acero y aluminio por parte de Washington, Bruselas actuó con firmeza, imponiendo sus propias medidas recíprocas sobre productos norteamericanos, incluidos el bourbon de Kentucky, las motocicletas Harley-Davidson o los pantalones vaqueros Levi’s.
La situación supuso un deterioro notable en las relaciones transatlánticas, y llevó a varios líderes europeos a abogar por una mayor autonomía estratégica en materia comercial y tecnológica. De hecho, países como Alemania y Francia comenzaron a trabajar en acuerdos bilaterales más activos con China y otras potencias emergentes.
Los intentos de conciliación
A pesar de la retórica hostil, a lo largo de 2019 hubo varios intentos para desescalar el conflicto. Se sucedieron múltiples rondas de negociaciones entre funcionarios de Estados Unidos y China, algunas de ellas encabezadas personalmente por altos mandatarios como el viceprimer ministro chino Liu He o el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin.
En enero de 2020, se firmó la llamada «Fase 1» del acuerdo comercial entre ambos países. En este documento, China se comprometía a aumentar sus importaciones de productos estadounidenses en 200.000 millones de dólares, mientras que EE.UU. acordaba reducir algunos de sus aranceles. Aunque este pacto fue recibido con optimismo en ciertos sectores, muchos analistas lo consideraron insuficiente y temporal.
La pandemia de COVID-19 y el cierre del conflicto
La irrupción de la pandemia del coronavirus en 2020 añadió otra capa de complejidad al conflicto comercial. Con la economía mundial paralizada, los flujos comerciales globales se redujeron drásticamente, y tanto Estados Unidos como China centraron sus esfuerzos en la estabilización económica interna. El conflicto arancelario, que en sus primeros momentos dominó la política exterior de Trump, fue relegado.
Tras perder las elecciones presidenciales frente a Joe Biden en noviembre de 2020, Trump dejó una política comercial profundamente intervenida. La administración Biden decidió mantener gran parte de las tarifas impuestas como mecanismo de negociación, aunque se mostró más dispuesta al multilateralismo.
Repercusiones a largo plazo
Aunque la intensidad del conflicto disminuyó, sus efectos persisten:
- Redefinición de cadenas de suministro globales: muchas empresas comenzaron a diversificar su producción lejos de China, buscando alternativas en países como Vietnam, México o India.
- Mayor nacionalismo económico: la política «América Primero» inspiró a otros gobiernos en Europa y Sudamérica a adoptar estrategias proteccionistas similares.
- Cuestionamiento del libre comercio: la era dorada del comercio sin barreras perdió impulso, y se abrió un debate global sobre la seguridad económica, el empleo y la autosuficiencia.
- Mayor protagonismo de bloques emergentes: países como Brasil, India o Indonesia ganaron fuerza en los mercados internacionales.
La guerra comercial promovida por Donald Trump no solo provocó una reconfiguración en el comercio mundial y en la política económica de las grandes potencias, sino que también reflejó y acentuó una transición estructural en el sistema internacional. El choque entre Estados Unidos y China marcó el inicio de un ciclo caracterizado por la competencia tecnológica, la disputa estratégica por recursos, el proteccionismo y el renacer de visiones soberanistas en lo económico.
A medida que el mundo camina hacia un orden multipolar, las lecciones dejadas por esta guerra comercial siguen siendo analizadas por expertos, gobiernos y empresas de todo el planeta. Lejos de solucionarse con un tratado puntual, los dilemas planteados por la era Trump continúan influyendo en las decisiones políticas y económicas de hoy. Para más información sobre cómo la tecnología está transformando el mundo, visita VirtuaBarcelona.