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La investigación definitiva que destapa la realidad tras el idealismo de Silicon Valley: colonialismo de datos, rituales ocultos y una concentración de poder sin precedentes.
Olvida todo lo que crees saber sobre ChatGPT o la misión altruista de Silicon Valley. La narrativa oficial se está desmoronando. La inteligencia artificial ha dejado de ser una herramienta futurista para convertirse en el núcleo de poder más influyente —y peligroso— del siglo XXI, y en el centro de este huracán se encuentra OpenAI. No es una opinión alarmista; es la conclusión de El imperio de la IA, la monumental investigación de la periodista Karen Hao que expone cómo Sam Altman y su equipo están construyendo una estructura capaz de moldear la sociedad sin que existan frenos de emergencia.
🔥 En 3 claves:
- El mito del altruismo: OpenAI funciona bajo una lógica colonial, extrayendo datos y recursos globales para centralizar el poder en pocas manos.
- Fervor religioso: Ejecutivos y desarrolladores operan bajo un miedo casi apocalíptico y rituales extraños ante la llegada de la AGI (Superinteligencia).
- El factor Altman: Sam Altman ha monopolizado la narrativa, convenciendo al mundo de que solo él puede salvarnos de la tecnología que él mismo crea.
Más que una empresa, una potencia geopolítica
Para entender la magnitud de lo que está ocurriendo, hay que mirar más allá de los chatbots. Karen Hao, desde su residencia en Hong Kong, ha dedicado años a entrevistar a más de 260 personas, desde ingenieros hasta altos ejecutivos. Lo que descubrió no fue solo innovación tecnológica, sino una maquinaria política. OpenAI no solo crea software; moldea leyes, define discursos públicos y acapara recursos materiales a una escala que recuerda a los antiguos imperios coloniales.
Y aquí viene lo interesante: bajo la promesa de una «superinteligencia benévola», se esconde una estructura demográfica y de poder alarmante. En sus inicios, Hao se encontró con un grupo homogéneo recibiendo inyecciones masivas de capital para, supuestamente, salvar a la humanidad. En Virtua Barcelona llevamos tiempo advirtiendo sobre la centralización tecnológica, pero los hallazgos de Hao confirman que el objetivo de estas compañías es consolidar una influencia política y económica absoluta.

Rituales de fuego y pánico en el bosque
Si pensabas que las decisiones sobre el futuro de la humanidad se tomaban en frías salas de juntas basadas en datos empíricos, prepárate. Uno de los pasajes más inquietantes de la investigación revela el componente emocional —casi de secta— que impulsa a OpenAI. Hao describe un retiro en los bosques cercanos a Yosemite donde los investigadores, liderados por figuras como Ilya Sutskever, realizaron una quema simbólica de una efigie de madera que representaba a una «IA maligna».
No es una anécdota excéntrica; es sintomático. Los líderes de estas empresas viven en un estado de ansiedad constante, convencidos de que son los «guardianes del futuro». Creen literalmente que si ellos no controlan la IA, el apocalipsis es inevitable. Este complejo de mesías justifica, a sus ojos, cualquier acumulación de poder o falta de transparencia. Operan con la lógica de que el fin justifica los medios, incluso si esos medios implican saltarse controles democráticos básicos.
«Lo que estas empresas han construido es la acumulación más extraordinaria de poder de nuestro tiempo… Nos hacen creer que están cambiando el mundo para mejor, pero en muchos casos están simplemente perpetuando las lógicas de desigualdad que ya conocemos.»
Sam Altman: El arquitecto del relato
En el centro de este imperio se encuentra Sam Altman. Según Hao, su genialidad no es técnica, sino narrativa. Altman ha logrado convencer a gobiernos e instituciones de que la Inteligencia Artificial General (AGI) es inevitable y de que OpenAI es la única entidad moralmente capacitada para desarrollarla. Ha creado un dogma donde la crítica se percibe como un obstáculo al progreso de la especie.
Sin embargo, la realidad es más cruda. Detrás del discurso heroico de Silicon Valley, existe una cadena de explotación que incluye trabajadores mal pagados en el sur global moderando contenido tóxico y una apropiación masiva de datos sin consentimiento. Como analizamos frecuentemente en nuestro blog de actualidad tecnológica, el progreso no puede basarse en «rebobinar los avances sociales de los últimos 150 años», como denuncia la periodista.
¿El fin de la democracia digital?
El mensaje de Karen Hao no es ludita; no pide destruir los servidores. Es una llamada urgente a la rendición de cuentas. La IA transformará cómo aprendemos, curamos enfermedades y trabajamos, pero ese poder es demasiado grande para dejarlo en manos de un puñado de ejecutivos en California que tiemblan ante efigies de madera. Necesitamos auditorías externas, gobernanza global y, sobre todo, romper el hechizo narrativo que nos impide ver los riesgos reales.

Preguntas Frecuentes sobre OpenAI y el control de la IA
¿Es OpenAI realmente peligroso para la sociedad?
Según la investigación de Karen Hao, el peligro no radica en una rebelión de las máquinas tipo Terminator, sino en la concentración de poder político y económico sin supervisión democrática, lo que puede aumentar la desigualdad y erosionar las libertades individuales.
¿Qué es la AGI que persigue OpenAI?
La AGI (Inteligencia Artificial General) es una IA hipotética capaz de igualar o superar al ser humano en cualquier tarea intelectual. Para los líderes de OpenAI, alcanzarla es una misión casi religiosa, aunque expertos advierten de los riesgos de desarrollarla sin controles éticos estrictos.
¿Cómo afecta esto al usuario común de ChatGPT?
A corto plazo, implica que tus datos y interacciones alimentan un sistema cerrado. A largo plazo, significa que las reglas sobre qué es verdad, qué es ético o cómo funciona el trabajo podrían ser decididas unilateralmente por una sola empresa, afectando tu autonomía digital.
Fuente original: La Vanguardia.
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